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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

El presidente López Obrador está atascado entre los riesgos electorales de 2021 para su proyecto y los frentes que abren las pasiones sucesorias dentro del gobierno. Al interior se vive, desde hace tiempo, una disputa soterrada entre corrientes en pugna por imponerse en la 4T, que ahora podría comenzar a dejar saldos de ruptura en las cabezas más visibles de las facciones. Así, en Palacio Nacional podría estar tomada la decisión de aplicar las penas del purgatorio a Irma Sandoval con su relevo en Función Pública, lo que supondría un triunfo de los moderados del gabinete sobre uno de los rostros más visibles del ala radical.

Los tiempos políticos son complicados para el gobierno por los efectos adversos de la pandemia en la economía y elecciones intermedias más grandes en la historia del país, en que se juegan 15 gubernaturas y el Congreso federal. En este contexto, la posible remoción de Sandoval parece esperar el espacio en una agenda presidencial contaminada por escándalos, como la candidatura de Félix Salgado Macedonio en Guerrero, las auditorías del ASF y la solicitud de desafuero del gobernador de Tamaulipas. La determinación de su salida se explicará por acumulación de fallos, pero, sobre todo, serviría como mensaje para delimitar el terreno de juego a los grupos que buscan colocarse en el juego de la sucesión.

La resolución, en efecto, diferiría de otras renuncias habidas en el gabinete, porque el golpe alcanzaría a una de las figuras prominentes del ala radical de la 4T. El desencuentro con Sandoval tiene particularidades porque deja ver que el desacato es una barrera infranqueable para la que no existe presunción de inocencia mientras exista sospecha de poner en riesgo el proyecto de la 4T por intereses personales. Sería un mensaje para todos, ¡se puede jugar con la cadena, pero no con el mono!

En las últimas semanas, el Presidente ha hecho llamados a los suyos para preservar su proyecto más allá del sexenio y ha expresado temor por su continuidad, incluso si ganara Morena. También se ha deslizado que el escándalo de Macedonio se habría originado por “fuego amigo”, aunque luego la oposición convirtiera la protesta y la indignación de las mujeres en blanco de ataque político en el marco electoral. En Palacio Nacional sospechan que el tumulto de indignación que se levanta por la polémica candidatura, y cuya sombra ahora persigue al Presidente, lo fraguó su rival en la carrera por la nominación de Morena, el exdelegado del gobierno federal en Guerrero, Pablo Amílcar, hermano de la secretaria de la Función Pública. Una conjetura que, fundada o no, resultaría en la traición de un grupo dispuesto a afectar el proyecto presidencial en la disputa de poder hacia el 2024.

Lo cierto es que desde hace tiempo crece la desconfianza de los moderados del gabinete hacia los extremistas, que ven en Sandoval y su grupo conductas de desacato y deslealtad peligrosas para el gobierno. A sus ojos, estos podrían haber cruzado dos fronteras. Una, ensuciar la gestión de Manuel Bartlett al frente de la CFE con la investigación de la Función Pública a su hijo por la compra de ventiladores al IMSS, cuando se trata de uno de los pilares del programa energético de su gobierno, y su caída, por ambiciones políticas, habría sido un duro revés. La otra, aprovechar la plataforma del gobierno federal para buscar el gobierno de Guerrero y desde ahí apuntalar las pretensiones sucesorias del grupo de Sandoval en un terreno reservado a la decisión presidencial.

La determinación de removerla, sin embargo, no puede separarse de la defensa presidencial de la candidatura de Macedonio como la opción menos mala entre el costo político de sostenerla y el mensaje de debilidad frente a un grupo dispuesto a dañar su proyecto si le permite avanzar sus posiciones particulares. El Presidente seguramente calcula que será más fácil remontar con su popularidad el desgaste de la elección en Guerrero, pero mucho más difícil recuperar el control en temas como las candidaturas si cede al desafío de una facción. En su balanza pesa el voto duro que conserva, a pesar de escándalos como el de Macedonio, aunque aumenten los desencantados con Morena. En cualquier caso, López Obrador podría estar marcando su raya en las fronteras del manejo exclusivo de su sucesión.