COMPARTIR

Loading

NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Con la sucesión bajo control, López Obrador se dispone a hacer de la elección presidencial un plebiscito sobre la continuidad de la 4T. La batalla del 2024 estará centrada en su proyecto más que en la oferta de su sucesor en Morena, dado que la máxima prioridad ahora ya no es liberar a su corcholata, sino ganar en las urnas con apoyo masivo para remover obstáculos, como pide, para cambiar a la Corte.

Es inocultable que el Presidente es el factótum de la sucesión, aunque, en los hechos, la designación del candidato se haga por una encuesta popular, para la que aún no se definen los criterios. Hasta ahí la incertidumbre, pero su control es tan claro como la orden de acelerar la definición del candidato a julio o agosto, tras asomarse a los riesgos y el alto costo de una contingencia de salud para el proceso en su último contagio de covid.

El camino se observa despejado para conducir el proceso con la ventaja de Morena en las encuestas, casi dos a uno, sobre la oposición, y de Claudia Sheinbaum en sintonía con los acordes de Palacio Nacional. Lograr sacar a su sucesor con la legitimación de la encuesta disfraza el dedazo y apacigua su temor a equivocarse, como atribuye a Lázaro Cárdenas con un sucesor distante de su ideología y proyecto. Ella es símbolo de la continuidad. Por eso ahora su prioridad es llamar al voto mayoritario para quitar el freno a sus iniciativas de reforma del Poder Judicial o electorales con mayoría absoluta.

Factótum alude a un liderazgo que goza de la total confianza de otro sujeto, actuando incluso en nombre del que resulte su sucesor. También aplica a la persona que se hace cargo de la totalidad de tareas y obligaciones de una compleja operación política como la sucesión. Éste será su papel los próximos meses como estratega de facto de la campaña de Morena, a pesar de que abandonará el cargo reivindicando que terminó con el dedazo. La figura presidencial, lejos del normal declive al final del sexenio, permanecerá en primer plano sobre candidatos subordinados a un proyecto que los trasciende sin margen para afirmarse a través de ideas y una oferta propia.

Convertir la elección en un referéndum sobre la 4T no es visto como ilegal por el INE, aun cuando las prohibiciones del artículo 134 constitucional para los funcionarios de hacer campaña. En la lógica de la lucha por el poder, el objetivo de todo partido es alcanzar la mayor representación posible y, en su caso, esa meta pasa por mantener la unidad interna. Pero tampoco es probable que un choque entre las corcholatas pudiera desestabilizarlo, aunque sí producir descrédito. Ebrard lo sabe y ése es su juego de presión para tratar de equilibrar la balanza de la competencia.

Desde diciembre pide “piso parejo” y campaña abierta fuera de los cargos públicos como condición para que la disputa sea creíble. En las últimas semanas intensifica su exigencia de definir los términos de la encuesta, rechaza la “cargada” de gobernadores y llama a exorcizar el dedazo para que la gente decida. Parece una jugada del que tiene poco que perder para revertir las asimetrías del partido, pero puede acabar como una rebeldía interna manejable. Las épocas de los “chapulines” están en remisión, junto con las bajas tasas para capitalizar el riesgo de negociar con la desobediencia, como demostró la vuelta al redil de Ricardo Monreal ante su líder para no desafiar a la historia. Ebrard tampoco tiene a dónde ir en la oposición y, por ello, su crítica no pasa de agudizar las contradicciones para forzar al factótum a cumplir pactos políticos de equidad en la competencia.

Por eso la rebeldía de algún candidato o los chantajes con la ruptura no parecen ya preocupar al Presidente, aunque sus cuestionamientos pueden afectar la credibilidad de la encuesta. Lo que realmente ahora le importa es hablar a nombre de todo el proyecto como el pueblo mismo para ir por su mayor objetivo como el factótum o el verdadero elector del proceso: la mayoría calificada para destrabar todas las reformas del plan C, como las reformas electorales o reestructurar la Corte con el voto popular de los ministros para despejar el camino tras la revalidación del proyecto de la 4T en las urnas.