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No es solo preocuparnos, sino ocuparnos con responsabilidad. “Mirar” hacia nuestro interior y preguntarnos ¿Qué traemos dentro para poder dar a los demás? Si somos hijos del mismo Dios ¿Por qué hay tanta maldad? ¿Por qué existe el egoísmo? ¿Qué nos hace ser diferentes a otros?

Se habla de igualdad. “Todos somos iguales a los ojos de Dios”. También todos, somos iguales ante la ley, es decir, tenemos los mismos derechos. Lo que no se acaba de comprender es que en uno como en otro caso, la diferencia está en la actuación, en el comportamiento de cada persona.

Ninguna religión es mejor que la otra ya que todas hablan de un mismo Dios, quizás con diferente nombre. Son las creencias, la interpretación de las lecturas las que difieren. Y en cualquier religión existen personas que “captan” el mensaje de los que Dios desea de cada uno de nosotros. O también, puede ser que ese mensaje nunca llegue a tocar el corazón de las personas, quienes lo interpretan a su conveniencia. Ahí entra el fanatismo, la soberbia, el creerse dueño de la verdad.

Nada más lejos de la realidad.

Así son las leyes terrenales, que son interpretadas según convengan a los que se dicen “expertos”. Y si no lo cree, basta ver a la misma Suprema Corte, a Tribunales, Congresos, Juzgados y demás instituciones, donde la votación se divide y peor aún, se puede manipular para quedar bien con el alto funcionario o con el gobernante en turno. Manipulación que puede ser por venganza en algunos casos. Por eso se observa gente inocente en la cárcel y culpable en la calle.

Este año ha sido difícil para todos, el caso de la pandemia nos obligó a mantenernos en resguardo y el problema sigue y va para largo. Semanas, meses, quizás años. Sin embargo, mientras nos cuidemos, nos guía la esperanza, con la fe puesta en Dios de que habremos de salir con bien y recuperar nuestros espacios.

En todo este tiempo que llevamos en casa, al conocer lo que sucede en el mundo, nos queda claro que hay demasiada agresividad en todas partes.

¿Qué sociedad hemos estado construyendo? ¿Qué herencia social le vamos a dejar a las generaciones siguientes?

Me es difícil encontrar la respuesta correcta ya que por doquier cada vez observamos más violencia.

Es muy triste y lamentable observar el comportamiento humano. A pesar de los avances en cuestión de tecnología, se percibe un retraso en las relaciones humanas, la falta de respeto, de empatía, de tolerancia nos muestra que se han hecho a un lado los valores y principios fundamentales en las relaciones.

Se está haciendo a un lado lo aprendido, para poner en práctica conductas que a todos nos dañan. Hoy en día, con la aparición de las redes sociales, nos llega la información al instante, pero ¡ojo! También la desinformación y lo más terrible, la violencia. Nos damos cuenta de que no hay respeto a nada ni a nadie. Por lo que no todo lo que en ellas aparece es algo para sentir satisfacción.

Videos que observamos donde aparecen “damas” que insultan a trabajadores de un centro comercial porque no la dejaban ingresar por no llevar su cubre-bocas. O la mujer que escupe a quien le pide que se cubra para evitar contagios. Otras con vocabulario soez y vulgar burlándose de integrantes de una etnia.

Videos, fotografías, material cada vez más vulgar y violento, aparecen con frecuencia. Lamentablemente de verdad que profesionistas, empleen expresiones que dejan mucho que desear. Peor, cuando de mujeres se trata. Basta ver a las “encapuchadas” cometiendo todo acto de vandalismo sin ser amonestadas, porque no hay autoridad alguna que sea capaz de poner orden.

La agresividad y la violencia hay quien pretende justificarlas con supuestos “derechos” y sin hablar de deberes, mucho menos del respeto que merecen los demás. El egoísmo se manifiesta una y otra vez en las diarias acciones, que vemos con mucha preocupación.