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* López Obrador, la esencia de un individuo que se cree Dios, y por lo tanto, piensa que nunca se equivoca –dice

 Sin contener su indignación, Jesús Zambrano Grijalba, dirigente nacional del PRD, se muestra apesadumbrado por la muerte de 40 migrantes y las graves heridas a decenas más, que se produjeron como consecuencia de un criminal incendio en el albergue del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez, Chihuahua. De forma directa asegura que lo ocurrió con los desafortunados migrantes –en su paso hacia los Estados Unidos–, “fue un crimen de Estado”.

“Es una responsabilidad absoluta de este gobierno, por sujetar su política migratoria a los mandatos de los Estados Unidos y haber aceptado fungir en los hechos como un tercer país seguro, haciéndola de policía fronterizo en nuestro propio territorio, utilizando a la Guardia Nacional y todos los cuerpos de seguridad del Estado mexicano, para satisfacer las exigencias de los Estados Unidos” –subraya este hombre de estatura regular y tez apiñonada que no aparenta los casi 70 años, que cumplirá en octubre próximo.

 

Y todavía más –dice sobre el caso de los indocumentados en Ciudad Juárez–: en situaciones que generan una crisis humanitaria, no se les da el trato que merecen como personas, a las mujeres, hombres y niños –en no pocos casos–, que están allí hacinados –no detenidos en estaciones migratorias–, sino encarcelados, como lo hemos visto, y con una enorme insensibilidad humana ante ello”, reclama­.

 

Luego, critica la actitud del presidente Andrés Manuel López Obrador –a quien denomina irónicamente el gran humanista mexicano–, “quien dijo que le dolía hasta el alma lo que ocurrió, y en su mañanera, le dedicó sólo 2 minutos al tema, para asegurar que el incendio había sido ocasionado por uno de los migrantes ahí detenidos y luego estuvo riéndose a carcajada abierta, mofándose, de otros temas”.

 

Obviamente –menciona–, esto es condenable por donde se le vea. Hay una política migratoria violatoria de los derechos humanos que genera esta crisis humanitaria. Y en este contexto, debe castigarse a los altos responsables; que no agarren chivos expiatorios y que vayan, por lo menos, por el actual comisionado Francisco Garduño Yáñez, titular del Instituto Nacional de Migración.

 

Originario de Empalme, Sonora, Zambrano Grijalva, inició su carrera política como miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM) en la década de 1970 y con el tiempo, se convirtió en una figura clave en la consolidación de la izquierda mexicana.

 

Al costado derecho del escritorio, en su sobria oficina, mantiene un retrato estilizado de Emiliano Zapata, al centro de donde se ubican dos banderas: la mexicana y la de su partido, aunque tampoco rehúye a sus raíces sonorenses ni a sus vínculos familiares, manifestados en pequeñas fotos enmarcadas.

 

Sobre la pared, un pequeño óleo, que imita el estilo del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, que representa la danza del venado, una expresión artística y ritual tradicional practicada principalmente por los grupos indígenas Yaquis y Mayos en el noroeste de México, especialmente en los estados de Sinaloa y Sonora, de donde Zambrano es originario. El baile rinde tributo al venado como una figura emblemática y espiritual en la cosmovisión y mitología de estas culturas.

 

En 1989, Jesús Zambrano fue uno de los fundadores del PRD, partido que surgió como resultado de la unificación de distintos grupos políticos de esa tendencia en México, y desde entonces, ha ocupado diversos cargos de liderazgo dentro de su partido, incluyendo la presidencia en dos ocasiones: de 2011 a 2014 y de 2020 a la fecha.

 

Ha desempeñado varios cargos en la administración pública, donde además cuenta su gestión como diputado y senador en el Congreso, en el cual ha participado activamente en la formulación de políticas y en la promoción de reformas legislativas en áreas clave como la educación, el desarrollo económico y la protección de los derechos humanos. Su liderazgo en el PRD ha sido fundamental para mantener la unidad y la fuerza del partido en momentos de crisis y desafíos políticos.

 

El dirigente perredista se toma un tiempo para este diálogo, que más que una entrevista, es una charla que permitirá saber de sus inicios en la guerrilla y su incorporación a la lucha partidista institucional e igualmente conocer sus puntos de vista sobre temas que están en la palestra y atañen a la vida política nacional, como la posibilidad de sumarse al acuerdo político Va por México en las elecciones del 2024, su relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el nombre de quienes podrían ser sus relevos al frente de la dirigencia nacional del PRD y su posible jubilación de la actividad política partidista.

La conversación que tiene lugar en la sede nacional de su partido en la Ciudad de México, se centra de inicio en conocer sus orígenes como dirigente político, y su paso como integrante de la Liga Comunista 23 de septiembre, una célebre organización guerrillera marxista-leninista en México, activa desde 1970 hasta su desaparición en 1981 y formada a partir de la unión de diversos grupos insurgentes. Su objetivo principal era derrocar al sistema político y económico establecido en México e instaurar un gobierno socialista que garantizara una distribución justa de la riqueza y la igualdad social.

A lo largo de su existencia, la Liga llevó a cabo acciones militares, secuestros y asaltos a bancos para financiar sus operaciones y generar atención mediática. La organización comenzó a debilitarse a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 debido a la creciente presión del gobierno mexicano, que aumentó sus trabajos de contrainsurgencia, y a las divisiones internas dentro del grupo. Además, el cambio en el contexto político y social de México, contribuyó a una disminución en el apoyo a las guerrillas y sus objetivos.

 

–En su historial, descubrí que como integrante de la Liga 23 de septiembre, fue herido, detenido y torturado en 1974 y sobrevivió a un disparo en la cabeza.

 

–Más bien en la boca. Me quedaron muchas secuelas de eso, sí. La bala me quebró la mandíbula y quedé mal, porque nunca me dieron atención médica especializada para eso. La bala entró y salió por acá –indica gráficamente, señalando con la mano la entrada del proyectil–, y al impactar me tumbó toda la parte dental frontal y los molares. Por eso tengo un puente y uso prótesis fija. Ojalá nunca lo llegues a experimentar.

–¿No extraña a sus tiempos como guerrillero?

–No, no los extraño como tal. Yo me he acostumbrado a no extrañar las cosas que se quedan atrás, sobre todo en mi vida pública. Son tiempos, ciclos que se cierran y cuando esto ocurre hay que avocarse luego a construir el nuevo ciclo que viene y entonces escribir una nueva página de la vida pública de uno, que fue la decisión que yo tomé desde muy joven.

Entonces, más bien te diría que fue en agosto de 1976, cuando nosotros –en una cueva por allá de la Sierra de Hidalgo, después de una reunión de exguerrilleros a la que le llamamos Congreso de fundación, de liderazgos que habían participado en la Liga­, algunos ya habíamos caído en la cárcel y otros seguían siendo perseguidos políticos–, decidimos que el camino de las armas estaba equivocado. Ese día el presidente Luis Echeverría estaba dando su último informe y anunciaba la devaluación del peso frente al dólar. Pero debo decirte que cuando decidimos decir adiós a las armas, fue una sensación muy rara; nos sentimos descobijados, porque ya no andabas con la pistola fajada al cuerpo. Te sientes inseguro, extraño –más que extrañar la vida–, porque luego tienes que aprender a vivir, sabiendo que ya no traes contigo un arma para defenderte si quieren detenerte o atacarte.

–¿Llegó a disparar algunas veces?

–Sí, como no. Disparé incluso cuando un domingo, a media mañana del 2 de marzo del 74, nos detuvieron en Culiacán, en una casa de seguridad que teníamos. Nos delataron los propios errores que cometieron otros compañeros de la 23 de septiembre. A causa de ello terminaron localizando la casa donde vivíamos; nos dimos cuenta que nos tenían rodeados, porque vi a un cuate de la entonces Policía Judicial –que hoy son ministeriales y en aquel entonces vestían de vaquero color caqui–, que estaba queriendo ingresar brincándose la barda.

Entonces, automáticamente –porque así era nuestra formación–, saqué una pistola, un revólver 38 especial que traía y le disparé dos o tres tiros. El hombre se había asomado sobre el filo de la barda. No lo herí, pero ahí se desató la balacera. Después, en medio las balas y los gritos de ¡ríndanse, ríndanse, están completamente rodeados!, dejamos el enfrentamiento y salimos a tratar de romper el cerco, aunque siempre pensamos que nos iban a matar de todas formas. Ellos traían rifles de alto poder y recuerdo que los que estaban apostados afuera, tenían pinta de militares; los que entraron, sí eran policías judiciales. Y ya rendidos, entregados, fue que me dieron el balazo en la boca, queriéndome matar.

–¿Cómo pasó?

–Yo me encontraba de pie, con otro compañero –ya con las manos en alto–, y entonces al que yo le había tirado, apuntándome con su pistola a la altura de su cintura, me dijo: tú me quisiste matar, hijo de tu chingada madre y luego me disparó una primera bala a la cabeza, pero no me dio. Ésta sólo me pasó zumbando por el lado izquierdo y ahí se volvió a reiniciar la balacera desde el exterior. Y en medio de ese escándalo les volví a gritar que ya nos habíamos entregado, que ya no dispararan. Pero el hombre que me había disparado me repitió que yo le había tirado y volvió a soltarme otro balazo, que esta vez me impactó en el rostro y me hizo caer de hinojos. Todavía, con su pistola, me pegó un cachazo en la cabeza, a pesar de que su compañero le gritaba: ¡ya déjalo, está herido!

Me volví a poner de pie, sangrando, todo jodido y caminamos un rato hasta donde tenían los carros, por debajo de la loma –de esas muchas que tiene Culiacán–, unos 80 o 100 metros, quizá. Me desvanecí por la pérdida de sangre, pero sentí luego cómo me aventaron sobre la plataforma de la camioneta pick up, como un costal. Después vino todo los demás.

–Y ahí se acabó su aventura guerrillera

–Se acabó esa fase de mi aventura guerrillera, porque nosotros seguíamos pensando que había que continuar, más allá de la lucha armada; que algún día íbamos a salir y a incorporarnos otra vez, ya fuese porque nos sacaran los compañeros o bien nos fugáramos. Pero luego se produjo una cosa rara, una amnistía parcial, de carácter local, que decretó el gobernador del estado, Alfonso G. (de Genaro) Calderón, un viejo dirigente que provenía de la CTM. Yo estuve, junto con otros 60 compañeros, preso en colectivo, más o menos 23 meses –pongámosle prácticamente dos años–, en un Centro de Rehabilitación Social (Cereso) hoy un centro federal, un penal que está en un pueblito que se llama Aguaruto, situado entre Culiacán y Navolato. Parte de ese tiempo, 2 o 3 meses, los pasé en la enfermería, porque, ya que por el balazo en la boca, no podía comer o masticar, sólo ingerir cosas liquidas, licuados y calditos y todo eso.

–Me lo acaba de decir, pero dígame si realmente considera hoy que la lucha armada sigue siendo viable para cambiar las condiciones de la gente en México.

–No. Justamente, quienes habíamos vivido esa utopía –vamos a llamarle así–, de que podíamos cambiar las cosas en el país o se lograra un cambio revolucionario mediante la lucha armada, así como lo concebíamos idealmente –basados en el marxismo leninismo, como se le dio en llamar en aquel tiempo–, nos dimos cuenta que ya no era la vía, y además, ya habían desmembrado a la Liga y detenido o matado a sus principales dirigentes. La Liga tenía presencia real en todo el país, y algunos compañeros que provenían de Monterrey, que habían sobrevivido o no los habían detenido, empezaron a hacer llegar sus primeras reflexiones. “Nos equivocamos; las armas ya no son la vía y la sociedad mexicana no está preparada para ello; mejor hagamos trabajo cívico-político con la gente, con las masas” –decían. Eran esos tiempos también de la efervescencia sindical producto del sindicalismo independiente, particularmente del Valle de México, impulsada por el Frente Nacional de Acción Popular, encabezado por la tendencia democrática de Rafael Galván, del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas (SUTERM). Había que vincularnos, organizarnos y construir con ellos. Ahí fue cuando empezamos una nueva etapa.

–¿Tuvo alguna participación en el 68?

–No, yo no estuve en el 68. En aquel entonces apenas estaba yo entrando a la preparatoria allá en Hermosillo, y los ecos de lo que había sido el movimiento llegaron hasta después; Sonora estaba cerrada a esa información. Nos enteraríamos muchas semanas, meses después, cuando empezamos a leer libros y documentos que nos empezaron a llegar.

–¿Y cuándo le nació el incorporarse a la lucha insurgente?

–Fue hace muchos años, cuando salió de la cárcel el líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo y un grupo de estudiantes y maestros inquietos, ahí mismo, en Empalme, lo recibimos. En aquel entonces Empalme era el centro ferrocarrilero más importante de todo el noroeste, y había sido también el epicentro del movimiento ferrocarrilero de 1958, cuando gobernaba Adolfo López Mateos. Reprimieron el movimiento y metieron a la cárcel a varios de sus dirigentes, entre ellos a Demetrio Vallejo y a Valentín Campa. Fue en ese momento en Empalme –aunque yo ya estudiaba la preparatoria en Hermosillo–, que me inicié, que me animé, por decirlo así, en la lucha.

–Usted ha sido diputado federal en tres ocasiones y también presidente de la Cámara de diputados. ¿Qué experiencia le quedó de haber sido inicialmente activista de la Liga 23 de septiembre y luego llegar al Congreso?

–Obviamente son términos políticos diametralmente opuestos o sumamente diferentes. Y hay un comentario que le escuché decir una vez a un diputado priista cuando yo estaba como presidente de la Cámara y encabezaba una sesión. Un grupo de militares había ido a visitar la Cámara de Diputados y les dimos todas las facilidades, y este personaje del PRI les reiteró a ellos que en verdad sí había una evolución política en el país. Por ejemplo –les dijo a los militares–, quien está hoy presidiendo la Cámara, Jesús Zambrano, diputado federal, fue guerrillero y después que lo capturaron y estuvieron a punto de matarlo, estuvo preso, y véanlo, ahí está.

Tanto esa lucha que dimos nosotros en su momento por la vía de las armas, como la que dieron otros sectores de la izquierda –que no participó en la guerrilla, y nunca estuvo convencida de ella–, todo eso, al final permitió que se fuera abriendo el ostión para que hubiera una transición hacia nuevos tiempos y al final de cuentas fue lo que nos terminó llevando a la Cámara de Diputados. La presidí en la LVI legislatura, 2012 a 2015, durante la tercera ocasión que llegué.

¿Cuál es su percepción sobre los exlíderes históricos del PRD, entre ellos Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y la propia Rosario Robles? ¿Mantiene relaciones políticas o amistosas con esos personajes ahora están alejados del partido?

–Tengo una relación cordial con estos tres personajes que mencionaste. De tiempo en tiempo, nos llegamos a encontrar y platicamos. A Rosario, por ejemplo, la he saludado por teléfono, después de que salió de la cárcel.

–¿Qué le ha contado Rosario Robles, por ejemplo? Porque considero que es una mujer muy golpeada política y anímicamente, y creo que hasta se excedieron con ella.

–Sí, ella fue víctima de una venganza política de López Obrador; por eso la mantuvieron con falsedades en la cárcel y no le permitieron llevar su proceso en prisión domiciliaria. Evidentemente que eso es una muestra palpable del rencor del reyezuelo que tenemos en Palacio; su encono es enorme.

Mira: las declaraciones de López Obrador siempre hay que leerlas al revés. Cuando él dice que el rencor no cabe en su pecho, es porque que el resentimiento está bien anidado en él; cuando menciona que no aspira a tal cosa, es que sigue aspirando; cuando asegura que en cuanto termine se irá y no tendrá más participación en la vida política, es que quiere seguir manejando los hilos del poder con algunos de los que llegaran a quedar, si es que quedan.

Por lo que respecta al ingeniero Cárdenas, yo siempre le guardaré un sentimiento de gratitud, como reconocimiento al papel que jugó para la transición. Siempre fue muy generoso conmigo y en su momento me invitó a participar a su gobierno, cuando ganamos la jefatura de Gobierno en 1997; fue una gran experiencia de gobierno y en la administración pública.

En cuanto a Porfirio –bueno, aunque se dieron después algunas cosas con el ingeniero Cárdenas que lo terminaron alejando del partido–, siempre le voy a reconocer ser portador de una inteligencia excepcional, que raya en la genialidad. Es un político muy formado, y contribuyó mucho a la elaboración teórico-política de la transición democrática.

–Me llama la atención la manera en que se refiere a López Obrador y lo llama “reyezuelo”. Precisamente viniendo de usted, que fue su asesor cuando él fungió como jefe de gobierno y luego después, como subsecretario de Gobierno, durante su administración.

–Sí, yo estuve con Andrés prácticamente dos años. Entré con él al gobierno de la Ciudad de México, y cuando él se va de candidato presidencial y se queda Encinas, yo seguí participando otro tramo, en total, casi 3 años, en las reuniones mañaneras del gabinete de seguridad.

Yo traté a Andrés como parte de la dirección nacional del PRD. Lo acompañé incluso en sus manifestaciones, como aquel Éxodo por la democracia, de Tabasco a la Ciudad de México. Después como candidato y también cuando fui candidato al gobierno de Sonora, en 1997. Nos hablábamos de tú, sin pleitesías y con mucha franqueza.

En no pocas veces le decía: No, Andrés, no estoy de acuerdo con eso y se lo seguí diciendo después. Incluso, cuando fue candidato de nosotros por última vez –por parte de la alianza PRD-Convergencia por la Democracia (hoy MC)-PT–, me pidió encargarme de la coordinación de la tercera circunscripción, con todo lo que eso implicaba. Le dije que me dejara pensarlo, porque siendo yo entonces presidente del PRD le comenté que necesitaba estar recorriendo todo el país, para darle ánimo y levantar a las huestes perredistas. Te acompañaré cuando podamos coincidir en eventos de campaña y en otras haré campaña sin candidato –le indiqué.

Me dijo: “piénsalo y me hablas”. Al rato, después de platicarlo con varios compañeros de mucha confianza, le llamé y le dije: Andrés, ya lo pensé y te agradezco la confianza, pero te pediría que busques un relevo, porque yo prefiero continuar con las tareas del partido. “Está bien –me dijo–, pero de antemano te repito que te estás equivocando”. En ese entonces, el trato era de tú a tú. Cuando participé en su gobierno yo le externaba mis opiniones con libertad también; siempre con una actitud de respeto y tolerancia institucional. Cuando él era jefe de gobierno, aprendí a conocerlo más en lo que es su esencia de pensamiento.

Alguna vez, cuando le comentamos que había que apoyar a la gente o a los candidatos, porque había elecciones municipales en algún estado, para lograr más diputados en la Cámara o en los congresos locales, nos dijo de manera directa en su oficina:

“No perdamos el tiempo en eso. Los presidentes municipales, lo único que quieren es ver cómo consiguen más dinero para andarse paseando con sus viejas, porque cuando llegan, lo primero que hacen es hacer a un lado a las mujeres que tienen y empiezan a tener otras y hasta el modito de andar les cambia. Los diputados deben saber que están ahí para acatar nuestras órdenes, nuestras decisiones; y que, en todo caso, sean ellos los que cuando ganen, nos ayuden a financiar campañas. Lo importante –decía en su despacho de la Jefatura de Gobierno, apuntando con el dedo desde su ventana hacia Palacio Nacional–, lo más importante es llegar ahí, donde se decide todo, todo; acuérdense de mí”.

Por eso cuando hoy lo veo actuar, recuerdo que está haciendo exactamente lo que siempre pensó: que ahí se decidía todo y así lo hace; por eso se comporta como un vulgar reyezuelo. Asume todas las actitudes y comportamientos, no sólo característicos de un monarca, sino de un auténtico dictador, como los conocemos en la época actual.

–¿Cuándo fue la última vez que habló personalmente con él?

–A finales de julio del 2012, al segundo o tercer día de que el Tribunal Electoral había determinado que era constitucionalmente válida la elección presidencial y que el triunfo le correspondía a Enrique Peña Nieto. Me invitó a desayunar al hotel Benidorm, a unas cuadras del Centro Médico, sobre la avenida Cuauhtémoc, donde le gustaba despachar, desayunar, comer o cenar, no sé. Y ahí fue cuando me dijo: “la verdad quiero reconocerte el papel que jugaste en la campaña y no te tengo nada que reclamar”. Además, debo decirte que cuando lo hicimos candidato en el 2012, prácticamente Andrés Manuel había roto con nosotros años antes, jugándonos las contras; por eso la gente no lo quería como candidato, los principales cuadros del partido no le perdonaban irse a apoyar al PT en Iztapalapa. En aquel entonces Jesús Ortega era el presidente el partido y hubo quienes dijeron que había que expulsarlo, pero varios nos negamos a que lo hicieran, porque lo íbamos a victimizar. El caso es que no había buen ambiente para él en el partido, pero pese a ello recorrimos con él todo el país. Me decían entonces: “oye, cómo que tenemos que apoyar a este cabrón, después de todo lo que nos ha hecho”.

Y entonces, en ese desayuno en el hotel, me dijo él: “la verdad, yo no creía que el PRD iba a meterse de la forma en que lo hizo en la campaña y sé que se hizo gracias a ti, a tu papel, y lo hiciste a lo mejor por tu propia formación política cuando joven, por tu convicción”. Después, me comentó que había decidido buscar la legalización de Morena para que fuera reconocido como partido político y que empezarían una campaña de recolección de firmas. Era un jueves. Me dijo que el domingo haría un evento en el Zócalo y que allí mismo anunciaría que el país necesitaba una regeneración de su vida nacional, de su vida pública, porque en su opinión, los partidos actuales ya no daban para más.

“Voy a formar un partido” –me anticipó–, aunque ya desde su posición de jefe de Gobierno, él había empezado a construir las bases de lo que después sería Morena. Cuando se dio aquella lucha postelectoral del 2006, ahí empezó su movimiento en forma. Comenzó a construir sus estructuras en varias partes del país y a buscar firmas de apoyo a eso de la presidencia legítima. Y entonces, cuando ya terminamos todas las cosas del 2012, él dijo que se iniciaba una nueva etapa, una nueva base.

Casi al concluir el desayuno, Andrés me reiteró: “desde luego, estás invitado”. Entonces le dije: Andrés, tengo dos comentarios. Primero, te van a acusar de dividir el movimiento; venimos de una vertiente reconocida como de izquierda y si te sales y rompes con el PRD para formar tu propio partido, te van a acusar de eso. “Sí, sí lo tengo medido y razonado. Lo voy a hacer, ya lo pensé mucho y ya lo decidí” –repitió.

Lo sé –le dije–, y lo otro que te quiero comentar, es que te agradezco la invitación. Entonces él creyó que me iba a sumar, pero su semblante cambió cuando le comenté que por supuesto yo no iba a acompañarlo al mitin que realizaría en el Zócalo. ¿Cómo voy a estar parado ahí contigo, en un Zócalo ante quién sabe cuántos vas a llevar, con tu gente, para que en medio de tu discurso digas “me voy porque estos culeros que estén aquí, atrás, son dirigentes de un partido que vale pa´ pura madre”? Lo dijo de otra manera, claro, pero bueno, fue la última vez que platiqué con él.

Nos hemos “encontrado” entre comillas o hemos coincidido, mejor dicho, en algunas ocasiones, en las campañas, en aeropuertos o a bordo del mismo avión. Una de las últimas veces que eso sucedió, fue en Tuxtla Gutiérrez. Con quien siempre me saludaba era con César Yáñez, quien amablemente se acercaba, pero cada quien en lo suyo. Hasta ahí llegó mi relación personal y prácticamente son ya 11 años que no platico, ni hablo con él.

–Y él tampoco ha intentado buscarlo?

–Para nada; Andrés es demasiado soberbio. Y a ver: debo decirte que sí hubo intentos de alguna gente que no sé si era enviada por él o eran oficiosos. Por allá en los primeros meses del 2018 nos buscó gente de su equipo, que nos dijeron “ustedes están cayendo en un error histórico: ustedes, que tanto han luchado y ahora que se presenta la oportunidad de que López Obrador llegue a la presidencia, deben ponerse del lado de la historia, porque si no estarán fuera, en otro lado, con un candidato de la derecha. Vénganse para acá, porque se están equivocando”.

No –les dije–, los que se están equivocando son ustedes. Si gana Andrés Manuel y se convierte en presidente, acuérdense de nosotros, al ver cómo se va a comportar. El verdadero error político es que él llegue a la presidencia de la República. Y ya no insistieron.

Al cabo de casi un año de su gobierno, en una entrevista que me hicieron en El Financiero-Bloomberg –cuando él había tomado un conjunto de decisiones, me preguntaron algo similar a lo que me estás preguntando. ¿No te arrepientes de no haber estado con él y participado en esa alianza que ganó con él a la cabeza? –me dijeron.

–No, no me arrepiento –les dije–, porque yo no tendría cara para estar aquí platicando con ustedes, defendiendo todas las barbaridades, atrocidades y estupideces que está cometiendo López Obrador como presidente; no tendría cara, con mis convicciones democráticas y de izquierda. No participamos de eso y tampoco somos responsables de lo que está sucediendo.

–Como dirigente del PRD, usted formó parte del Acuerdo por México, con Peña Nieto y por ello se les acusó de cómplices del Sistema, de la oleada del PRI.

–No fue una oleada del PRI. Cuando Peña Nieto gana en el 2012, lo hace con el 38 por ciento de los votos. Nosotros, la coalición opositora a él, con Andrés a la cabeza, habíamos sacado el 32-33 por ciento de los sufragios. Cinco o seis puntos de diferencia; el PAN se quedó en tercer lugar, con Josefina Vázquez Mota. Las cámaras de diputados y senadores estaban sin ninguna fuerza política dominante. Entonces, nosotros dijimos que era el momento en el que las fuerzas políticas del país, debían reconocer el peso de cada quien, y que, si seguíamos así, sin lograr un gran acuerdo nacional que reimpulsara la vida del país, nos quedaríamos otra vez estancados; que era necesario un gran acuerdo político nacional que abarcara todas las áreas del quehacer público.

Y entonces lo empezamos a platicar con ellos; tuvimos los primeros contactos para diseñar e impulsar la reforma educativa, fiscal-hacendaria; la reforma para darle la Constitución propia de la Ciudad de México, la paridad de las mujeres frente a los hombres; cómo frenar los endeudamientos irresponsables y excesivos de los gobiernos estatales, para meterle disciplina financiera y también una reforma del sistema bancario. Fue un conjunto de cosas que abordamos.

El Pacto por México fue ciertamente incomprendido, sobre todo del lado de la izquierda. El peje incluso llegó a llamarlo –y lo ha seguido diciendo y descalificando–, con el mote de el Pacto contra México. La reforma energética, por ejemplo, estaba originalmente pensada de otra manera, y cuando justamente Peña, con Luis Videgaray a la cabeza y el PAN, decidieron sacar la reforma energética, como finalmente quedó, nosotros le dijimos: con esta reforma energética no vamos y no sólo eso, sino que les advertimos que el PRD dejará de participar en el Pacto por México si sacan esa reforma que no es la que plasmamos en el documento. Y así fue; hasta ahí llegó El Pacto por México. Duró escasamente un año, después de su firma, pero le dejó grandes cosas al país.

López Obrador –que lo sigue catalogando como el Pacto contra México–, sigue gobernando con los acuerdos que resultaron de ese acuerdo. Solamente modificó –y no para bien–, lo de la reforma educativa, para regresarles todo el poder a las mafias sindicales. Y como resultado inmediato, tenemos una pésima calidad de la educación en México. Desapareció el INEE Instituto Nacional para la Evaluación Educativa, en fin, todo un conjunto de cosas. Y de todos los demás, ya sabemos cómo están operando. Y la pretendida reforma eléctrica y energética que quieren hacer, pues es para llevar al país al abismo.

No hay una visión de futuro y entonces uno tendría que preguntarle a López Obrador ¿y si es un Pacto contra México, por qué cuando tuviste los votos suficientes –incluso para modificar la Constitución–, no lo hiciste? Porque estás gobernando con el producto de lo que fueron los resultados del Pacto por México. Tuvo varias deficiencias: una en sus instrumentaciones en varios aspectos, y otra, el haber permitido –porque no tuvimos nosotros la capacidad, ni el PAN ni el PRD, de evitar que el pacto apareciera como tú lo decías, de que PAN y PRD se sumaron al oleaje de Peña Nieto y del priismo, no. Fue un verdadero acuerdo por el bien de México y no me arrepiento de haber participado ahí.

–Las cifras de los resultados electorales de 2021 muestran que el PRD obtuvo sólo el 3.5 por ciento de los votos a nivel nacional para la Cámara de Diputados, aunque al final se ajustó al 4.2. Y ocupó el sexto lugar como fuerza política después de Morena, PAN, PRI, Partido Verde y MC. ¿Me imagino que le preocupa la supervivencia del partido, de cara a las elecciones del año próximo?

–Sí, por supuesto, y eso está como parte de nuestras preocupaciones. Pero yo no tengo temor de que perdamos el registro y nos vayamos por abajo del 3 por ciento; al contrario, yo creo que en nuestro desempeño y un conjunto de actividades que estamos haciendo, de relanzamiento de organización del PRD, nuestra participación misma, más activa –como un partido que tiene peso propio y que no depende de las alianzas para sobrevivir–, son las que nos han llevado a que hoy ninguna de las últimas encuestas nos coloque por debajo del 5 por ciento. En el Estado de México las encuestas de precampaña que tuvimos antes de definir la candidatura de Alejandra del Moral, nos daban entre el 8 y el 10 por ciento. Entonces hay que trabajar mucho sÍ; hay que confiarnos, no.

–Y en este sentido. ¿qué propuestas tiene el PRD para renovarse y recuperar, al menos la cercanía y la confianza con sus votantes?

–Estamos haciendo muchos esfuerzos, han regresado una gran cantidad de liderazgos que se alejaron. Unos que se fueron directamente a Morena y otros que dijeron que el PRD ya no era opción, están volviendo. Otros, incluso sectores muy vinculados al PRI durante toda su vida, están diciendo que el único partido que les da confianza e identificación es el PRD. Y entonces hemos estado firmando muchísimos convenios de colaboración político–electoral con diversas organizaciones sociales y de la sociedad civil. En eso estamos.

–Dígame ¿cómo vio la elección de Guadalupe Taddei Zavala, como nueva presidenta del INE?

–Yo creo que el proceso de selección de las cuatro consejerías, para suplir a igual número de los que se fueron, estuvo desde el principio mal conducido, porque en el fondo estaba la pretensión –de la mayoría de Morena, por órdenes de López Obrador–, de que sacaran adelante por lo menos la presidencia y que la mayoría de los cuatro, fueran morenistas, amigos de ellos o incondicionales, como espera Andrés que siempre sean a los que ellos designan.

 

Afortunadamente no le salió del todo su jugada; ni salió la señora Bertha María Alcalde Luján, a quien querían como presidenta, quien no tiene nada de experiencia en materia electoral, ni tampoco quedó la mayoría de los recién designados, afines a Morena.

 

Ciertamente, la sonorense Guadalupe Taddei tiene múltiples vínculos familiares; de gente que son reconocidos militantes y funcionarios del gobierno morenista –tanto a nivel nacional como en el estado de Sonora–­, y esto, digámoslo así, le impregna de una enorme sombra de duda, sobre cómo será su desempeño. Pero habrá que ver si actuará en verdad con apego a la Constitución y a las leyes, y será leal a una tradición de desempeño con cuidado, con prestigio, como sí lo ha hecho allá en Sonora.

 

Pero te digo: el hecho mismo de que López Obrador –en una especie de beso del diablo haya salido a decir que le parecía una mujer confiable, etcétera–, eso ya genera una enorme duda sobre su futuro desempeño.

 

En el caso de Jorge Montaño Ventura, el otro tabasqueño, él es claramente morenista.  Las otras dos personas, la de Oaxaca, Rita Bell López Vences y Arturo Castillo Loza, yo creo que se salvan, pues cubren los requisitos básicos de idoneidad. Pero ahora sí, a estas alturas, no queda más que decir que es una lástima el que no que haya logrado un acuerdo; que Morena haya querido imponer la decisión de su jefe López Obrador y que esto impidió el que se hubiera logrado un gran acuerdo para fortalecer al INE. Ahora, el deseo es que se desempeñen en apego estricto a lo que le dicta la norma; que honren el cargo para el que fueron electos, y desde luego que serán los hechos los que van a juzgarlos; las actuaciones que tengan en su desempeño en el cargo, serán las que dará la razón a quienes apoyaron a estos dos para que fueran leales a Morena, o simple y sencillamente nos demuestren que nos hemos equivocado en prejuzgarlos.

 

–Hablemos del narcotráfico y la postura del Departamento de Estado de Estados Unidos que se ha lanzado de manera muy crítica por el accionar de los grupos de narcotráfico y los grandes cárteles que hay en México. ¿Cuál es la postura del PRD en torno a ella?

 

–Primero, el país como tal, en su soberanía, está siendo presa de una fallida estrategia de combate a la delincuencia, de esos errores, y esto ha llevado a que –como lo han dicho los gringos y nosotros también lo hemos señalado–, grandes porciones del territorio mexicano están controlados directamente por los cárteles. Ellos mandan y ejercen las funciones de Estado; ahí no hay Estado nacional. Ellos tienen el monopolio de las armas y el cobro de impuestos y además ponen las autoridades municipales, jefes de policía y todo eso. La inseguridad no ha decrecido. Peor aún, para ganar elecciones han terminado aliándose con el crimen organizado, como lo demostramos en el 2021.

Jesús Zambrano y el periodista Alberto Carbot / Foto © Armando Hernández Juárez

Tienen razón los gringos en decir “oigan, a ver qué está pasando en México”. Pero no tienen justificación para meterse en México declarando terroristas a los cárteles de la droga y del crimen organizado; eso de ninguna manera lo comparto. Pero como El peje es incapaz de reconocer que se equivocó y que se está equivocando en el combate de la inseguridad, por el contrario, escalará en su confrontación y sus diferendos con el Gobierno de los Estados Unidos.

–¿Qué piensa sobre los planes A, B o C del presidente López Obrador, quien parece empeñado en acabar con el Instituto Nacional Electoral, el INE, como un capricho para controlar, supongo, el proceso federal del año próximo?

–De mantenerse esas reformas, eso sería el camino directo hacia la instalación de una dictadura; de restablecer aquello que Daniel Cosío Villegas –en un memorable ensayo que hizo hace casi 80 años–, le llamó La monarquía sexenal hereditaria por vía transversal, va a llevar a que se anule el voto libre de la gente. Él, que tanto se dice maderista –el individuo este–, en los hechos está rompiendo con legado fundamental de Francisco I Madero, que enarboló para derrocar la dictadura de Porfirio Díaz: sufragio efectivo, no reelección. No quiere sufragio efectivo y quieren la reelección directamente o a trasmano. Eso se tiene que venir abajo; eso no lo va a soportar el país. Tengo la confianza de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación eche abajo esas reformas.

–El presidente ni siquiera ha ocultado, desde el punto de vista del tacto político, del ser políticamente correcto, sus preferencias o ambiciones.

–Efectivamente, no las oculta, para nada. Eso es Andrés Manuel, es la esencia de un individuo que se cree Dios, y por lo tanto, piensa que nunca se equivoca.

Jesús Zambrano / Foto © Armando Hernández Juárez

–Considera que López Obrador podría estar errado con sus proyecciones, en el sentido de que en 2024 retendrá la Presidencia y logrará la mayoría en el Congreso.

–Nos lo vamos a chingar. No agrego más.

–Hablemos del probable acuerdo electoral Va por México. ¿Se mantendrán ustedes en la alianza?

–Nos vamos a mantener, con la condición de que haya métodos democráticos para la selección de las candidaturas en las que participe –con todo el peso que tiene–, la sociedad civil. Sí, eso no nos satisface y quieren hacer realidad ese pacto que dieron a conocer –que habían hecho el PAN o el PRI­–, no hay razón de participar en una alianza así.

–¿Pero ello no iría en detrimento de mantener una oposición fuerte para hacerle contrapeso a Morena?

–¿Para que ir con una oposición que no escucha a la sociedad? Sería ir en una coalición que estaría firmando la sentencia de su propia derrota.

–He leído que ustedes podrían apoyar a Miguel Ángel Mancera como candidato a la presidencia, pero me llama la atención que él ­–quien ni siquiera ha tenido el valor de registrarse como militante del PRD–, fuese el candidato del PRD.

–Eso es lo que le critican muchos, pero él tiene todo el derecho de decir “quiero ser considerado por el PRD”, como lo ha hecho también Silvano Aureoles. Y hay que analizar quién es el mejor calificado y, por lo tanto, el más competitivo para ganar las elecciones en el 2024 y hay que ir con él. Pero estamos abiertos a que alguien de otro partido o de la sociedad civil lo haga.

–¿Y de los otros prospectos qué opina? Porque ya se apuntó hasta José Ángel Gurría, exsecretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda y Crédito Público, y hasta hace poco secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)

–Sí, y entre ellos hay 5 o 6 del PRI. Se han mencionado otros tantos del PAN.

–Y a quiénes –de las llamadas “corcholatas” de Morena–, ven ustedes con ojos de cordialidad política y que hipotéticamente se pudieran sumar?

–Hoy, a ninguno. Como tampoco veo que algunas de las “corcholatas” sea más capaz que los que se han apuntado como aspirantes en la oposición. Esas “corcholatas” se sienten fuertes sólo por el peso de Presidencia.

–¿Ricardo Monreal no sería bienvenido en un momento dado? He leído que han existido acercamientos con él?

–Pues hace mucho que ya no los hay, desde hace varios meses. Efectivamente se planteó inicialmente esa opción de que pudiera venir hacia nosotros y lo pusiéramos sobre la mesa como aspirante a la presidencia.

–¿Todavía está abierta esa posibilidad?

–Pues no veo que tenga la determinación, la decisión y la valentía, de romper allá, para decirlo elegantemente.

–Esta ha sido la segunda vez que usted ha ocupado el cargo de presidente del PRD y tengo entendido que el próximo 29 de agosto concluirá su período. ¿Desearía continuar en el cargo?

–No.

–¿A quién ve como el personaje idóneo que pudiera relevarlo?

–Pues hay varios compañeros y compañeras que tienen el talante para ejercer esta función y asumir esta responsabilidad.

–¿Me daría nombres?

–Mira, se han mencionado varios, entre ellos nuestro actual representante ante el INE, Ángel Ávila y a Verónica Juárez, otra compañera que fue coordinadora de los diputados federales, en la anterior legislatura. Esos son los que yo he sabido que tienen esa aspiración. Claro, sé de otros que han sido propuestos por algunos compañeros, pero que no tienen, por lo menos, un reconocimiento público importante dentro del partido. Quien ocupe la presidencia surgirá de un acuerdo político que le dé estabilidad al PRD y que quede colocado en ruta de participar con lo mejor de sí, para sacar un mejor resultado y que contribuyamos con el peso nuestro, como PRD, en mejores condiciones y la mejor manera, para ganar como coalición y de la mano de la sociedad civil.

–¿Y usted qué va a hacer? ¿A qué se va a dedicar luego?

–Creo que habrá muchas cosas en las que participar y en las que creo puedo ayudar. Y si me dicen que no, que ya llegó mi tiempo de jubilación política, también lo aceptaré, porque –como te lo dije al principio–, no soy de los que extrañan lo que dejan. No tengo apegos, más que para con mi familia, mis amigos y mis compañeros.

Foto Principal: Jesús Zambrano y el periodista Alberto Carbot / Imagen© Armando Hernández Juárez