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México tiene una oportunidad de “oro” para aprender a decir “no” a la política fronteriza de Estados Unidos, ahora ordenada por la Corte y jueces de ese país. La circunstancia es propicia para tomar distancia con la política de bloqueo y control de Trump hacia la migración y detener una crisis humanitaria de la que vamos a arrepentirnos por aceptar o tolerar la violación de derechos humanos de haitianos y centroamericanos. La importancia de saber decir “no” es el comienzo para poner límites a eso y recuperar la confianza en la visión propia.

Es momento de asertividad para reconciliar la política migratoria y el discurso oficial, que avanzan en direcciones opuestas en la crisis en la frontera sur del país. El presidente López Obrador adelantó que hoy entregará una carta a Biden en el marco del diálogo de alto nivel con EU en Washington para reclamar una “visión distinta” en migración y en la política de “contención” que México asume como propia. Desde que la Corte de EU fallara en contra del intento de Biden por rescindir del programa Permanecer en México, la única respuesta de la cancillería —en Twitter de Roberto Velasco—fue para corroborar que, en efecto, no hay obligación de acatarlo y que México diseña su política con base en la soberanía y los derechos humanos. Es la hora de probarlo con hechos para detener la violencia y violaciones ante el flujo imparable de las caravanas en la frontera.

La orden de la Corte estadunidense, que restablece la política de bloqueo de Trump, mandata a preguntar a México si acepta que los refugiados permanezcan en su territorio mientras reciben respuesta a su solicitud de asilo, dado que se trata de un programa binacional. López Obrador dijo “sí” a la intención de convertirnos, de facto, en tercer país seguro, cuando Trump amenazó con imponer sanciones económicas al país, pero ahora cómo explicar el seguir enajenando las propias decisiones cuando su sucesor canceló el programa y desafía a la Corte. Tampoco es sostenible el doble discurso de enviar ayuda humanitaria a Haití por el terremoto a la vez que agarrar a palos a sus migrantes en Chiapas sin adjudicarlo a la presión de EU. ¿Cómo explicar la idea de segregar en campos humanitarios?

En todo caso, superar esas contradicciones implica saber dar una negativa, como un ejercicio que está íntimamente relacionado con el respeto, y rechazar, en los hechos y no sólo en el discurso, que “no somos peleles” de EU en migración, como refuta López Obrador. El Presidente rechaza que haya presiones, pero cada día tiene más problemas para defender su política de “contención” con argumentos endebles, como cuidar de los migrantes de la inseguridad, aunque eso se traduzca en violentar sus derechos o alcanzar niveles no vistos en 20 años de detenciones en la frontera con EU. Tan sólo en julio hubo la cifra récord de 212,672 migrantes aprehendidos y un incremento de 24% de menores no acompañados.

López Obrador comienza a deslizar la idea de retomar otra visión, como tenía al inicio de su gobierno, ante el evidente fracaso de una migración “segura y ordenada” en la frontera norte y las escenas grotescas en el sur del país con la represión a refugiados en las antípodas de la “protección”. Los dos gobiernos ya han comenzado a tener contactos para explorar medidas que, si se alejan de la línea del bloqueo y el control, tendrían que pasar también por decir “no” al modelo de militarización del INM y el control operativo de la Guardia Nacional. Pero esta otra negativa, aunque interna y soberana, también es poco probable si, como dice el primer comisionado en este sexenio, Tonatiuh Guillén, esta “interiorizado” en la política migratoria. Y entonces el cambio de “visión” se reducirá a empujar permisos temporales de trabajo y demandar dinero para el desarrollo en Centroamérica, aunque EU no da muestras claras de estar dispuesto a abrir la cartera.

La migración es un problema internacional que no puede resolver un país aislado, pero eso no significa tampoco licencia para desactivar leyes internas que obligan a atenderlo. Por eso es tan importante saber decir “no” para cambiar la visión hacia afuera, pero también para ver hacia adentro todo lo que no está haciendo el Poder Judicial y la CNDH en su obligación de vigilar el respeto a los derechos de los migrantes.