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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La 4T tiene un Presidente fuerte, pero un gobierno débil. López Obrador destaca por su liderazgo y comunicación política, pero no como un buen administrador. Al finalizar 2020 se anunció con derroche de optimismo la inminente aplicación universal y gratuita de la vacuna anticovid, pero eso no se logra sólo por creer que es justo y necesario. La inmunización de la población no consiste sólo en vacunas y buenas intenciones, sino en una campaña planeada y ejecutada con sentido práctico y ajustada a la realidad. Ese desequilibrio entre la política y la gestión pública marca sus malos resultados.

Las decisiones erráticas contra covid, primero en su manejo y ahora en la vacunación, tienen al gobierno bajo una enorme presión y fuertes críticas, sobre todo porque pueden ser causa de un revés electoral en los próximos comicios. Por ello, el Presidente anuncia un nuevo plan con la urgencia de revertir el bajísimo ritmo de aplicación y la altísima tasa de letalidad de la epidemia. El país cuenta con 140 millones de dosis comprometidas —como reveló—, pero insuficientes para alcanzar al 70% de la población. Preocupa el desabasto, pero más la ejecución de una estrategia clara y despolitizada. Esto es lo que debemos exigir al gobierno, no parar obras como en manifiestos de intelectuales.

La vacuna es la apuesta central contra la pandemia, pero su retraso pone el reloj en contra del gobierno cuando 75% de la población aún es susceptible de exposición al virus, según la Ensanut covid-19. Al ritmo actual de vacunación, podríamos tardar años en cubrir ese porcentaje, según la página Covidvax, que recopila datos sobre vacunación en el mundo, debido al parón de los embarques y las inconsistencias de la estrategia. La relación entre la baja velocidad de la vacunación y la alta multiplicación de contagios dibuja escenarios catastróficos. Algunas claves de los riesgos y peligros ahora que reinicia la vacunación masiva son:

La primera falla de la vacunación es la nebulosa sobre los compromisos de compra de vacunas con las farmacéuticas, por la reserva de contratos y la falta de datos de la cantidad de dosis acordadas. Una de las claves de éxito de países como Chile es la planificación desde su adquisición. México anunció desde muy temprano que contaba con dinero y apartados para acceder a ellas, pero sin los contratos es difícil ratificar la versión. La transparencia es imprescindible para la ejecución en un país en que las campañas de vacunación caen año tras año, y ésta se prolongará al menos hasta 2022.

Esa falla de origen, en segundo lugar, descarriló el plan de distribución a los grupos prioritarios, personal sanitario y adultos mayores. En los estados no se han cumplido las metas de cobertura a los primeros y se ha retardado la aplicación para los otros. El plan nunca ha dejado claro si la vacuna irá para ellos al mismo tiempo en todo el país, tampoco porque se pusieron primeros en la fila maestros de Campeche o los servidores de la nación.

Las dudas reflejan falta de planificación, especialmente grave cuando el país carece de un sólido sistema de salud para implementar el plan. La 4T se ha encargado de denunciar que recibió servicios sanitarios desmantelados y que, por ejemplo, no hay cuerpos de vacunadores para las campañas y que cada año se contrata eventuales. Con eso se quiere justificar incorporar a los servidores de la nación, con el evidente sesgo de politización de la vacunación.

El riesgo sobre el manejo político de la campaña salta con denuncias sobre promoción de Morena y sus candidatos, como el alcalde de Miguel Hidalgo con sus volantes “Romo, te vacuna”. No es el único, el registro de la lista se levanta a nombre de Morena con sus brigadistas entre los que no pueden hacerlo vía digital. Así las deficiencias en la planeación se suman a criterios políticos para dejar decisiones erráticas que sólo dan ventaja al virus y a nuevas variantes.

En ninguna campaña de salud pública exitosa en el mundo cabe la politización de una campaña de vacunación, menos sin contar con elementos clave como tener la vacuna, un plan de distribución detallado y un sistema de salud sólido. La experiencia mexicana contra covid hasta ahora confirma que la fortaleza de la 4T es la política, no la administración pública.