COMPARTIR

Loading

NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La exigencia de demoler la casa de Xóchitl Gálvez por construirse irregularmente es el último episodio de linchamiento político en la estrategia de polarización rumbo a la elección presidencial. Pero sobre todo anticipa la declaratoria de “guerra sucia” que dominará la campaña con riesgo de que desborde las redes entre enemigos irreconciliables.

Las “benditas” redes sociales que López Obrador alabara por su triunfo en 2018 han dado un vuelco completo a las campañas en México y el mundo. Se han revelado como espacio propicio para la desinformación y estigmatizar al adversario como enemigo. Eso es lo más preocupante de la idea desde las filas morenistas de derruir la casa de la candidata del frente opositor como una sanción extrajudicial, tras conocerse que se edificó sin los permisos y en conflicto de interés por adquirirla en Miguel Hidalgo, donde era delegada. Hay poca investigación sobre el impacto de la polarización en México, pero a nadie escapa que la estrategia de confrontación en este sexenio ha dividido al país. Y el Presidente es uno de sus principales promotores, aunque para él es un fenómeno restringido al “círculo rojo” de opinión pública, que no trasciende al pueblo, porque “está en otra cosa”. No obstante, sus descalificaciones parecen hacer mella en el aumento de opiniones negativas hacia Xóchitl, según el último sondeo de Enkoll, después de la visibilidad que le dieron sus críticas desde la tribuna presidencial.

Xóchitl irrumpió en la contienda como fenómeno mediático y, como tal, puede desinflarse sin consolidar un liderazgo electoral o desprenderse del descrédito de los partidos frentistas. Pero independiente de la popularidad, el riesgo de agudizar la confrontación es que desborde en choques patológicos y deje un abismo entre alternativas políticas. En la estrategia oficial, es exhibida como títere de la cúpula empresarial, pero actos de repudio que van más allá de la descalificación política ponen en riesgo su seguridad y sirven para justificar violación de procesos legales y la equidad electoral. Las redes sociales hace tiempo rebasaron el marco legal de las campañas negativas que se prohibieron desde la reforma electoral de 2008, en respuesta a las denuncias de fraude de López Obrador en 2006. Pero, ante ellas, las autoridades electorales lucen impotentes para detener la guerra sucia, por más intentos del INE para retirar publicaciones y la ineficacia del TEPJF para sancionar a nadie.

Si se acepta que las campañas de “contraste” trasgredan la seguridad de candidatos con la difusión de datos personales o la amenaza de bienes patrimoniales, significará abandonar el debate democrático. Ese escenario es grave, como subraya el rechazo inmediato del Presidente de tirar la casa y replicar prácticas de las campañas de escarnio público, como él padeció con el desafuero para sacarlo de la elección de 2006, o los ataques que lo demonizaban como “peligro para México”.

Las campañas de linchamiento político son abono de conmoción social y suelen revertirse como bumerán desde las victimas contra sus autores. Los linchamientos y el hostigamiento escalan el encono y venganza, como pasará en la campaña.

Nada de esto necesita Sheinbaum, que arranca el proceso electoral con una amplia ventaja en las encuestas, y que podría beneficiar a su contrincante: la comunicación de Xóchitl aprovechó el ataque para refugiarse como damnificada en la casa de sus seguidores, con el control de daños de las denuncias de corrupción con el hashtag #micasaestucasa. A lo que Sheinbaum contestó querer construir casas, no demolerlas, salvo al cártel inmobiliario panista de Benito Juárez. A pesar de presentarse como continuidad del “obradorismo”, Sheinbaum en el gobierno difícilmente podrá seguir la estrategia de la polarización de López Obrador para reducir a sus opositores, y menos sin un triunfo abrumador en el Congreso para gobernar en solitario. La polarización es kriptonita para los gobiernos divididos porque uno de sus peores efectos es la parálisis institucional. Su llamado a la clase media y todos los sectores a sumarse a la construcción del “segundo piso” de la 4T da cuenta de la necesidad de ello y expresa distancia con las formas de López Obrador. Habrá que ver si realmente el “tiempo de mujer” trae nuevas formas políticas.