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Un hombre pasó una vez una hora tratando de rescatar a la ranita de su hijo del fondo del pozo en el jardín. Probó con un palo largo, después con una soga con un nudo al final, después con una lata abierta en una cuerda, pero nada dio resultado. Finalmente, se dio por vencido y entró a la casa para ver un partido de futbol. A los pocos minutos apareció el hijo de cinco años con su rana. El niño había inundado el pozo con una manguera y reflotado la rana a la superficie.

¿Por qué el niño logró lo que el adulto no consiguió? La respuesta es simple el niño estaba motivado para vencer el reto y recuperar a su ranita. El motor que enciende la creatividad es la motivación para solucionar los problemas y los conflictos que se derivan de estos. ¿Qué tan motivados estamos como sociedad para vencer los retos actuales? ¿Cómo crear entornos creativos que faciliten la solución de los problemas que conlleva la pandemia?

La creatividad es estructural al ser humano al igual que el lenguaje. En la cotidianidad solemos buscar los cambios porque estos son divertidos y nos aburre hacer lo mismo por más de tres años. Exploramos nuevas formas de hacer las cosas para convertir nuestros sueños en realidad, tenemos la facultad de soñar despiertos y dejar volar la imaginación.

Luchamos contra los obstáculos y la voz crítica que intenta hacernos permanecer en las rutinas, abrazamos nuevas visiones para proyectarnos al futuro. Nos percatamos de las brechas entre la realidad actual y nuestra visión.

La creatividad apela al cambio. Si nos dejamos vencer por el esfuerzo que éste supone a la vuelta de la esquina nos encontraremos con la frustración. La otra salida consiste en actuar de forma consecuente manteniendo el esfuerzo para alcanzar lo deseado. Con la imaginación diseñamos nuestra vida, como fotografías en movimiento, es decir, devenimos, somos seres en constante movimiento.

La mayoría de nosotros en algún momento hemos sudado la gota gorda para mejorar en nuestras actividades cotidianas sin importar el ámbito de nuestra profesión. Se puede argumentar que la creatividad tiene lugar en lo individual sin ningún problema, pero sostenemos que la creatividad social es frecuente a pesar del grado de dificultades que plantea.

En los procesos complejos las respuestas a los problemas no siempre se alcanzan al primer intento. La acción social creativa depende de la capacidad de percibir y combinar las diversas necesidades de los grupos.

En el ámbito empresarial, de manera amplia, la creatividad social es una competencia que se liga con el liderazgo, con los equipos de trabajo y con las habilidades de comunicación y de negociación, entre otras.

Según Daniel Goleman, en El espíritu creativo: “el acto creativo tiene una dimensión social cuando el esfuerzo impacta e influye en los demás”. Las características del esfuerzo creativo en el ámbito social apuntan a encontrar soluciones útiles, prácticas, realistas, con responsabilidad.

La condición indispensable para que el acto creativo en lo social genere un mayor impacto y tenga éxito es la presencia del público, de los pares, de los receptores de las iniciativas que evalúan la innovación.

Entonces, las opiniones del público cuentan ya que los esfuerzos creativos deben llegar a resultados persuasivos. “Un liderazgo exitoso es aquel que logra persuadir al equipo de la necesidad de modificar su forma de mirar las situaciones, de tal forma que éste surge en el proceso de trabajo en el que se discute, debate, se presentan diversas opiniones a favor o en contra con el objetivo de alcanzar un consenso en beneficio del grupo”, afirma Goleman.

La creatividad como acto social requiere de crear comunidades de personas que pongan su atención en la solución de los problemas, que escuchen opiniones diversas con atención, que vean las situaciones con apertura, empatía, que unan y motiven a sus equipos. Vemos a la creatividad social como una forma de vencer la polarización.

Alegría, responsabilidad y confianza son parte de lenguaje de la creatividad. De manera práctica, ningún equipo de trabajo logra alcanzar resultados en la tarea si antes no pasa por las etapas de confianza, interdependencia y sinergia. Sin confianza no hay equipo, la interdependencia es la etapa en que como personas independientes reconocemos la necesidad de colaborar con los demás y la sinergia es la puesta en acción de que el todo es mayor que la parte.

En el mensaje del rector Enrique Graue a la comunidad de la UNAM, podemos palpar de manera ejemplar los esfuerzos creativos y las acciones que la UNAM ha emprendido para compensar la dinámica en la que nos ha sumergido la pandemia.

Los esfuerzos creativos sociales son una muestra de la presencia de nuestra máxima casa de estudios. En los ámbitos de la salud, en la creación de unidades hospitalarias temporales, con la biblioteca virtual, con de la educación a distancia, la creación de las plataformas: Cultura UNAM, El Aleph UNAM, Grandes Maestros.

Y, sobre todo, obteniendo recursos financieros y donaciones para la investigación de una vacuna contra este virus.

¿Qué tan motivados estamos como sociedad para vencer los retos actuales? ¿Cómo crear entornos creativos que faciliten la solución de los problemas que conlleva la pandemia?

Cuando vamos más allá de las maneras tradicionales de solucionar un problema con un éxito que influye en los demás, nuestra creatividad adquiere entonces una dimensión social vital.

*Zakie Smeke.
Doctora en Filosofía Política
Maestra en Periodismo Político
Psicoanalista
https://twitter.com/z_smeke?lang=es