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Número cero/EXCELSIOR

La violencia se expande y atraviesa la campaña como si la política pudiera hacer abstracción de ella. Pero en medio de escenas dantescas de restos humanos abandonados por personas armadas en Veracruz o una comandante decapitada en Michoacán, también hay operaciones eficaces, como el golpe a la Unión Tepito, que son como antioxidantes contra la desesperanza de creer todo perdido con el crimen.

A pesar de que la inseguridad es el pivote de la disputa electoral, el temor es si realmente, gane quien gane, podrá ir contra la delincuencia organizada en el país, estados y la capital. Las campañas transcurren disociadas de la violencia, quizá como mecanismo de defensa para seguir adelante en una realidad alterna que prefiere no tocarse, aunque el asesinato y agresiones a más de una veintena de candidatos, políticos y funcionarios demuestre lo contrario.

Por eso también la importancia de que, en medio de la elección, las autoridades de la CDMX capturaran al Chori, presunto líder de la Unión Tepito, al que se le atribuye ser uno de los “principales generadores de violencia” en una ciudad en que, apenas hace unos años, negaban que hubiera cárteles de la droga. En efecto, es imposible cambiar una realidad si no se reconoce, tanto irrealizable si su existencia es un asunto de opiniones y vaivenes de la coyuntura política; o si se declara su inexistencia porque la palabra “cártel no es propiamente una nomenclatura de nuestro país”, como llegó a decir el exjefe de gobierno Miguel Ángel Mancera.

La historia de la expansión de la Unión Tepito en la capital es la de la inconsistencia y desconexión de los planes anticrimen de los gobiernos desde Ebrard hasta Mancera. Si el primero trató de atajarlo con expropiación de predios en las colonias del centro donde operan, el segundo optó desconocerlo hasta minar la confianza en la autoridad y sembrar dudas sobre complicidades de las instituciones con el crimen.

Por el contrario, la detención del capo del cártel más poderoso de la CDMX es una comprobación de dos supuestos centrales para inhibir espirales de violencia. El primero, la integración de equipos consistentes que identifiquen e investiguen con estrategias y métodos claros, y reconocer la “cifra negra muy alta” de detonantes de la inseguridad en la trata de personas, invasión de predios y extorsión, de los más explosivos y lucrativos, además de la droga. Y, segundo, capacitación y especialización de la policía para atender las conductas delictivas, más que sólo descabezar a los grupos, como ocurre desde hace una década con la “guerra” contra los cárteles sin que baje la violencia ni el delito.

El caso del Chori puede ser ilustrativo. Según la policía capitalina, fue detenido tras meses de seguimiento e investigación policiaca, incluso ofrecimiento de recompensa, para dar con el cabecilla del núcleo de poder de la Unión desde hace una década y protagonista de acciones muy violentas, como el secuestro de 13 jóvenes en el bar Heaven en 2013. A pesar de su fragmentación, este grupo ha consolidado su poder económico con esos giros de negocio de que también se acusa al líder de la Unión, además de narcomenudeo y homicidio.

El Chori era uno de los cinco principales objetivos de la Policía de la CDMX, de los cuales dos ya han sido capturados. No obstante, su caída no significa que el cártel deje de funcionar, como enseñan otras capturas de capos que los atomizan en una historia de nunca acabar de detenciones y violencia. Entonces, lo relevante será saber si el golpe de resistencia institucional disminuye la violencia bajo la misma estrategia que siguió el gobierno de Sheinbaum para reducir los homicidios en la capital, atendiendo las conductas delictivas más que desmantelar las estructuras de las organizaciones.

La “clave” para las autoridades es, precisamente, mostrar consistencia frente al crimen con la continuidad de los trabajos policiacos, a pesar de los cambios en los últimos meses en la Jefatura de Gobierno, la Fiscalía capitalina y la SSC. Su apuesta es convencer de que lo más importante para reducir la violencia no es tanto desmantelar las organizaciones delictivas que, como la Unión, seguirán funcionando con otro relevo en la dirección y con más o menos alcance. Sino que los mejores antioxidantes contra la desesperanza es la unidad de los equipos policiacos, su permanencia y la coordinación con las fiscalías, más allá de las urnas y sexenios.