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“Hace mucho tiempo, los abuelos contaron su historia, pero muchos ya han muerto. Ahora mucha gente joven no recuerda este día, esta ceremonia es para que nunca se olvide”.
Tetsuka Kiwamu en el Parque Memorial de la Paz, Japón.

Kazumi Matsui, el alcalde de Hiroshima, conmemoró el ataque nuclear “Little boy” que destrozó a la localidad el 6 de agosto de 1945. Tres días después otra bomba atómica aniquilaría a la ciudad nipona de Nagasaki al sudoeste de Japón. En el horario en que la bomba “Fat man”, estalló sobre esta ciudad se guardó un minuto de silencio acotado por los tañidos de la llamada Campana de la Paz en honor a las víctimas.

La ceremonia se llevó a cabo con el menor número de asistentes para insistir en la necesidad de que el Gobierno de Japón, el único país que ha sufrido un ataque atómico, firme el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares aprobado hace tres años en el seno de la ONU.

Los peores augurios indicaban que, tras la bomba atómica nada crecería en Hiroshima durante 75 años; pero los actos de conmemoración de este jueves, justo tres cuartos de siglo después, dieron fe de la resiliencia de esta ciudad japonesa.

Por otra parte, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki fueron abordados a través de distintos puntos de vista. Desde el periodismo narrativo es importante mencionar que se cumplen 70 años de la publicación del reportaje de John Hersey, Hiroshima, (31 de agosto de 1946) que desvela los horrores de la bomba en el evento que inauguró la era atómica. El reportaje ha sido considerado una de las mayores y significativas piezas del periodismo narrativo moderno.

Hersey ganador del Premio Pulitzer, viajó a Japón cuando las cenizas de Hiroshima aún ardían para entrevistar a los sobrevivientes de la bomba atómica. Entrevistó y acompañó a seis personas: un religioso alemán y cinco japoneses, de manera rigurosa, para profundizar en la manera cómo vivieron la tragedia en el momento mismo de la caída de la bomba, durante los siguientes meses y años después.

La revista The New Yorker (31 de agosto de 1946) dedicó esta edición por completo al artículo “sobre la casi completa erradicación de una ciudad por la bomba atómica”. “Durante el viaje a Hiroshima, Hersey cayó enfermo y recibió una copia del libro El Puente de San Luis Rey, de Thorton Wilder. Inspirado en la narrativa de Wilder sobre las cinco personas que cruzaron el puente cuando se desplomó, Hersey decidió que su reportaje sería sobre personas en lugar de edificios. Fue esa simple decisión la que separa a Hiroshima del resto de los artículos de la época”.

La estructura del reportaje se conforma de cinco capítulos de los cuales cuatro fueron escritos en 1946, un año posterior al suceso y el último se redactó en 1968.

“Por ejemplo, en el primer capítulo Un resplandor silencioso el autor sigue a la señorita Toshiko Sasaki. Ella trabajaba en la biblioteca de una fábrica de estaño, estaba sentada en su escritorio, de espaldas a los estantes de libros. “Justo al girar la cabeza y dar la espalda a la ventana, el salón se llenó de una luz cegadora. Quedó paralizada de miedo durante un largo momento (la planta estaba a 1.462 metros del centro). Todo se desplomó y ella perdió la conciencia. Las estanterías que estaban justo detrás de ella se volcarón hacia delante, los libros la derribaron y ella quedó con la pierna totalmente atrapada. Allí, en el primer momento de la era atómica un ser humano fue aplastado por libros (…). La experiencia de sobrevivir a la explosión llevaron a la señorita Sasaki a estudiar enfermería, entró a trabajar en un hospital y cuando el periodista la encontró le dijo que se había dado cuenta de que su don más grande era su habilidad para ayudar a los internos a morir en paz”.
(Roberto Herrscher en Periodismo Narrativo, Marea, 2016)

John Hersey pasó sus últimos dieciocho años enseñando a los estudiantes de los primeros años de la Universidad de Yale, su alma mater. Dictó dos cursos semanalmente: uno de escritura de ficción y otro de escirtura de no ficción. Para él el debate entre la ficción y la no ficción siempre quedó abierto y advirtió: “El periodismo narrativo es una arma tan poderosa, tenemos que limitarnos a los hechos y los dichos y no perder de vista la ética. Podemos hacer volar nuestra pluma para que brille lo que vimos y escuchamos. Pero lo que no vimos y escuchamos pertenece al reino de la novela”.

Regresemos a la comemoración de la bomba núclear para mencionar la importancia y necesidad de la firma pendiente: El tratado antinuclear, una cuenta pendiente. “El acto, en el Parque de la Paz de Hiroshima, sirvió para insistir en la necesidad de que el Gobierno de Japón, el único país que ha sufrido un ataque atómico, se decida a firmar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares aprobado hace tres años en la ONU, una iniciativa en la que el país asiático quedó al margen desde el principio.

António Guterres dio la bienvenida al primer aniversario de la adopción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que representa un “pilar esencial” de la paz y la seguridad internacional y el “corazón” del desarme nuclear y no régimen de proliferación.

“La aprobación del tratado el 7 de julio de 2017 por 122 Estados demostró el fuerte y legítimo apoyo internacional que existe para poner fin de manera permanente a la amenaza que representan las armas nucleares”, afirmó Guterres.

“El objetivo del histórico tratado internacional es evitar la proliferación de las armas nucleares y la tecnología de armas, promover la cooperación en los usos pacíficos de la energía nuclear y promover el objetivo de lograr el desarme nuclear y el desarme general y completo. El acuerdo representa el único compromiso vinculante de desarme en un tratado multilateral por parte de los Estados poseedores de armas nucleares”.

Matsui pidió que el Gobierno dé ese paso ante unas 800 personas, entre ellas autoridades como el primer ministro nipón, Shinzo Abe, y representantes de los “hibakusha” (persona bombardeada) o supervivientes del ataque nuclear.”

Varios centenares de personas guardaron igualmente un respetuoso minuto de silencio en la orilla de este río a las ocho y cuarto de la mañana, la hora exacta en la que detonó la bomba, y después de ello algunas lanzaron al agua pétalos de flores blancas y rojas. Una mujer deja flores en el memorial a las víctimas.

“La guerra es un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contraria el Eros. Todo lo que establezca ligazones de sentimientos entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra.” (Sigmund Freud, ¿Por qué la guerra? Vol. XXII)

“Hace mucho tiempo, los abuelos contaron su historia, pero muchos ya han muerto. Ahora mucha gente joven no recuerda este día, así que esta ceremonia es para que nunca se olvide”, explicó a Efe el japonés Tetsuka Kiwamu, de 39 años, que se acercó al Parque Memorial de la Paz en su moto.

*Doctora en Filosofía Política
Maestría en Periodismo Político
Psicoanalista
https://twitter.com/z_smeke?lang=es