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La entrevista a Alberto Manguel* “Necesitamos pensar para saber que estamos sobreviviendo” publicada en El País subraya la importancia de la lectura durante estos tiempos de confinamiento.

“No importa que sea un virus, que sea un rey misógino y asesino, que sean burócratas que quieran eliminar la cultura. La frase de Flaubert, que le escribe a una amiga en una carta: Lea para vivir, es absolutamente cierta para los lectores. (…). La literatura (nos aporta palabras) es una extensión del pensamiento y necesitamos pensar para saber que estamos sobreviviendo. Y también para darle sentido al momento que vivimos y aceptar que ese momento va a terminar”, afirma Manguel.

Entre su prolífica obra Una historia de la lectura, Manguel sigue el caprichoso y apasionante laberinto de los 6 mil años de palabra escrita. Es un entretenido ensayo sobre el papel del lector, hasta ahora el gran olvidado de la historia de la literatura, desde las tablillas sumerias de arcilla al CD-Rom.

Manguel ha consultado cientos de libros en todas las bibliotecas del mundo, pero ha conseguido una obra que se lee como una novela rebosante de sorpresas para todos los amantes del libro y la lectura. Un asombroso y fascinante vínculo entre el mundo y la palabra escrita.

Me gusta leer a Manguel porque es un autor que a lo largo de su obra nos invita a hacernos preguntas: ¿Por qué en época de crisis recurrimos a la literartura para encontrar un sentido a lo que vivimos? ¿Qué es la curiosidad? ¿Cómo reflexionamos? ¿Cómo planteamos nuestras preguntas?

Curiosamente, con motivo de la pandemia en Europa se dispararon las ventas de la novela de Albert Camus, La Peste. Esta novela (1947) cuenta la historia de la lucha contra la peste por los habitantes en la ciudad de Orán para que la plaga desapareciera. De capítulo en capítulo, el lector va siguiendo las acciones del doctor Bernard Rieux, el narrador, quien reflexiona de manera alegórica sobre la peste y sobre la Segunda Guerra Mundial y trabaja para salvar a los enfermos.
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¿Por qué este relato se convirtió en un libro de cabecera para muchas personas con motivo de la actual pandemia? ¿De alguna manera este relato logra orientar al lector para enfrentar la incertidumbre y la angustia ante la pandemia? ¿Qué mensaje deja este libro?

La novela no parece tener un final feliz donde todo esté controlado, pero evidentemente nos obliga a reflexionar sobre el sentido de la vida. “Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

“Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere, ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido”. (Hermes, 1983).

Por otra parte, es cierto que hoy desde todos los campos se escribe sobre la pandemia. Desde lo social, lo político, lo filosófico, hasta las historias de familia, las ficciones personales, los cuentos para niños.

¿Por qué entonces, es importante recurrir a la literatura para intentar dar sentido a esta situación, qué podemos encontrar en nuestras bibliotecas que nos permita entender nuestro presente?

Frente a lo inmediato contamos con pocas respuestas, cierto es que cuando nos sentimos enfermos recurrimos a los médicos con la esperanza de que nos ofrezcan un diagnóstico preciso que permita seguir el rumbo de una mejoría en la calidad de vida.

También, recurrimos a los escritores y medios con el objeto de encontrar una respuesta certera, que quizá, en lo inmediato, desafortunadamente, nadie la tiene.

No obstante, en nuestra biblioteca podemos encontrar obras maestras que alejadas en el tiempo que nos den una pista o nos permitan plantear las preguntas desde ángulos diversos.

Así al igual que Manguel, podemos leer la “ficción que escribió Daniel Defoe diez años después de la peste [Diario del año de la peste], que sí es una obra maestra, en el sentido de que es un fake news muy bien construido, que da la impresión de la cotidianeidad”.

Aunque también, podemos recurrir a libros que son obras maestras y no necesariamente se refieren al tema de la epidemia.

“Yo tengo en mis estantes el libro de Defoe. Tengo Los prometidos, de [Alessandro] Manzoni, con esos capítulos extraordinarios sobre la peste en Milán. Tengo el Decamerón, por supuesto. Tengo Muerte en Venecia, de Thomas Mann. Tengo La peste de Camus, claro. Y Ensayo sobre la ceguera, de Saramago”.

“Menos obvio y para mí muy útil es releer Robinson Crusoe ahora”, afirma Manguel.
También, me parece, podemos ver la película Las aventuras de Robinson Crusoe, dirigida por Luis Buñuel (1954). El actor principal fue Dan O’Herlihy, y en el papel de Viernes, cupo el actor mexicano Jaime Fernández. Excelente, película que además de entretenernos, nos hace pensar.

Crusoe, está aislado, tiene que construirse una forma de vida, resulta impresionante la forma como va organizando su cotidiandad, la forma cómo utiliza las herramientas, aprende en todo momento, pero sufre de no poder hablar con nadie, anhela la presencia humana.

Hasta la llegada de Viernes, que marca la relación con el otro, la necesidad de establecer normas, de hacer alianzas. Esta historia nos interpela, nos cuestiona, nos permite pensar sobre el significado del aislamiento, de la soledad y sobre todo del encuentro con el otro.

Hoy por suerte, estamos en confinamiento, pero no es el aislamiento de Crusoe, ni de los habitantes de la ciudad de Orán, gracias a la tecnología no nos encontramos exiliados como en aquellas historias.

Por eso hoy más que nunca, necesitamos hacernos preguntas. “Tendríamos que hacernos esas preguntas en todo momento de nuestra vida, pero es solamente cuando nos enfrentamos con una catástrofe, cuando alguien que amamos muere, cuando sucede un evento político extraordinario que nos hacemos estas preguntas muy básicas: ¿qué estoy haciendo en el mundo? ¿cuáles son mis responsabilidades hacia los otros? ¿hasta qué punto necesito sacrificarme sin ser un actor egoísta de suicidio? ¿cuáles son los matices que tengo que dar a mi vida cotidiana y qué puedo cambiar en lo que estoy haciendo, no sólo para ayudarme a mí mismo, sino para ayudar a los otros que están ahí en la calle? Esas preguntas tendríamos que hacernos todos los días, como dice Próspero, el protagonista de La Tempestad: que cada tercer pensamiento que tenga sea de la muerte.

Dedico este texto, a la fiesta del Día del Libro y de la Rosa: leer para vivir, pensar para sobrevivir, reconocer que la literatura es una extensión del pensamiento, que es importante interpretar y analizar nuestro presente. Y, como dice Manguel: “Necesitamos pensar para saber que estamos sobreviviendo”.

*Pasó su niñez en Israel, donde su padre era embajador, y de vuelta a Argentina estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires e inició estudios de Filosofía y letras en la Universidad de Buenos aires, que abandonó. Comenzó a trabajar en una editorial y viajó por Europa con trabajos editoriales en París y Londres, que continuó en Haití. Se estableció en Toronto adquiriendo la nacionalidad canadiense, trabajando desde allí en diversos periódicos como The Washington Post y The New York Times, compaginándolo con su labor literaria, traductora y editorial.
Es autor de ensayos y narraciones, en los que se reitera el tema de la lectura (fue lector para Borges en la universidad). Ha recibido numerosos premios y distinciones.

*Doctora en Filosofía Política
Maestría en Periodismo Político
Psicoanalista
https://twitter.com/z_smeke?lang=es