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Marcelo Ebrard centra atenciones esta semana.

Junto con los resultados del Estado de México, claro.

Prometió presentar sus propuestas para enfilar por rutas de credibilidad y certeza la contienda entre las corcholatas una vez pasadas las elecciones.

Se espera su posición para hoy o mañana.

Tres son sus reclamos centrales:

-Piso parejo, fórmula no aplicada para exigir condiciones iguales para todos, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Ricardo Monreal y él.

A esta exigencia se suma la del zacatecano Ricardo Monreal, pues los dos han sido víctimas de los manejos amañados para disfrazar el dedazo.

Ebrard lo padeció en noviembre de 2011, cuando contendió con Andrés Manuel López Obrador por la candidatura presidencial, lideró varias preguntas y fue bateado.

Situación igual afectó a Ricardo Monreal, cuando encabezaba encuestas y, sin embargo, se le marginó para favorecer a Claudia Sheinbaum para jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Otra petición es complementaria de la anterior: en aras del piso parejo deben renunciar -él por delante- los funcionarios públicos para respetar la ley y promoverse sin ventajas ni recursos públicos.

Eso no será.

LA ORDEN ES NO OÍR

Marcelo Ebrard hace bien.

Pese a los amagos del dedazo o quizá por la certidumbre de él como para la mayoría de la población, el canciller trata de imponer reglas de antemano rechazadas desde Palacio Nacional.

Él no ha querido confrontarse con el Presidente -bueno, nadie de su grey lo hace-, pero sí con su personero Mario Delgado, quien tiene la instrucción de escuchar sólo órdenes de su jefe.

Tampoco se modificarán las encuestas como métodos de postulación, como clarito se lo dijo la semana pasada el Presidente de la república con una frase ineludible:

-No, ojalá y no cambien. Ya no nos vamos a meter en eso, pero en los estatutos está este sistema que ha funcionado mucho muy bien.

(Como lo prueba Coahuila, donde Morena se deshilachó, diría yo).

-¿Y quién no esté de acuerdo con las encuestas?

-Pues es su asunto.

Puede usted ver estas declaraciones como advertencia, presagio de rompimiento o destino personal para el canciller.

Porque en Palacio Nacional no juegan.

CAMBIEN LA BARAJA

Al margen de Marcelo Ebrard en escena, esta semana inicia otro capítulo en la historia de las corcholatas y de la sucesión presidencial.

Ellas seguirán con su propaganda individual, con su lucha al margen de los órganos electorales y de la ley y por supuesto a disposición del caudillo para propagar éxito y defensa del estado de México.

Pero hay un dato conocido por pocos: la dirigencia de Morena tiene un programa y a través de esa aplicación, con el aval de Palacio, se quiere hacer el sondeo definitivo.

Dicho de otra forma: si no hay cambio de opinión de nada servirá posicionarse ante la sociedad porque la valoración se hace de manera distinta, entre la militancia.

Mientras, como si nada, los cuatro contendientes -Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal- dicen creer en las encuestas.

Ya veremos.