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elcristalazo.com

Terminé hace poco una novela espléndida. “Personas decentes”, del escritor cubano –prolífico y entrañable, para nosotros–, Leonardo Padura.

Más allá del deleite literario de su trabajo, en la serie de Mario Conde, su desventurado personaje, el libro es –esencialmente, como el resto de su obra–, una larga disquisición a veces introspectiva, a veces denunciatoria, del poder y sus abusos.

Alguna vez hablé de esto con el propio Padura quien se sintió un tanto sorprendido por esta definición de su trabajo (me refería al “El hombre que amaba los perros”), y simplemente me dijo: hay que aprender a dominar la línea entre la literaria y el panfleto.

En esta novela encontré algunos párrafos estremecedores. No por el contexto de la narración, su tiempo y sus peculiaridades, sino porque en estas descripciones de la podredumbre, hallé rasgos de advertencia sobre la vida mexicana de hoy, sobre la destructiva presencia de los dogmatismos inflexibles y la metástasis del odio, el sectarismo y la intolerancia.

Juzgue quien lea:

“… pertenecía (un dirigente de la transformación revolucionaria) al sector de los intransigentes políticos, a la horda de los enfermos de ese odio voraz que engendran la envidia y los fundamentalismos y cuyos efectos se multiplican desde el pedestal del poder…”

Y algo más:

“…El problema está en que a la gente de este país le gusta más creer lo malo de las personas que exaltar sus virtudes. Siempre reaccionan como si se alegraran de las desgracias de los otros, como si los fracasos ajenos los reafirmaran y borraran los suyos…

“… Acá, para sacar la cabeza, muchos se suben en los hombros de otros. Es que no somos una buena raza, por eso nos han pasado y nos pasan cosas muy jodidas, y creo que nos las merecemos. El odio, la envidia, el, rencor, crecen aquí como la hierba mala… y ya se imaginarán qué frutos dan esas malezas cuando las abonas y luego las proyectas hacia la sociedad: frustración; un complejo de inferioridad que se esconde en aires de suficiencia, una atracción enfermiza por las apariencias, oportunismo y enmascaramientos… el peso de la incertidumbre de no estar convencidos nunca de qué cosa somos…”

ELEFANTITO

En noviembre de 2018, la desaparecida NOTIMEX publicó:

“Notimex/México.- El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, celebró la creación de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, a fin de rescatar y conservar el acervo cultural y artístico de nuestro país.

El presidente López Obrador en su conferencia matutina

El presidente López Obrador en su conferencia matutina Cuartoscuro

“Destacó la importancia de no olvidar nuestra historia, de contar con archivos, rescatar bibliotecas privadas e, incluso, recuperar “cosas que están en museos de otros países, garantizando su conservación, actuando con responsabilidad en el tema”.

“Adelantó que el próximo año, cuando se cumplen 100 años del asesinato de Emiliano Zapata, habrá eventos para recordar a este “gran dirigente social y campesino”, y aseguró que el inmueble que ocupa actualmente la Secretaría de Educación Pública (SEP) en el Centro Histórico de la Ciudad de México, podría convertirse en museo del muralismo mexicano.

“En el acto se anunció que Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente electo y escritora, participará en el consejo asesor honorario de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México”.

La verdad la señora no participaba, presidía el Consejo.

La noticia fue importante porque se trataba, desde los lejanos tiempos de López Mateos, de una institución para ocupación profesional de la esposa del presidente de la República, como Don Adolfo creó el Instituto Nacional de Protección a la Infancia, para doña Eva Sámano.

Pero el INPI servía para algo. Este consejo, no.

Este consejo nació como un capricho y de la misma manera ha muerto. Para muy poco sirvió. Algunos festejos conmemorativos y grotescos, como los de los 500 años de la resistencia indígena, por ejemplo.

El inútil elefantito albino, no duró ni un lustro. Descanse en paz.