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No cabía duda de que el menudo y solitario individuo cuya silueta banal contrastaba con la majestuosidad del Palacio que tanto ambicionó ocupar ya había perdido la cordura.

Ese hombre cuya obsesión por el poder y la avaricia lo llevó a cometer los actos más viles de traición levantó apenas la barbilla y mientras alzaba lentamente los brazos en un gesto de falsa grandeza, apoyó su diminuto y encorvado cuerpo sobre su pie derecho, rotó sobre su propio eje en un giro de 360 grados y observó con sus desorbitados ojos la suntuosidad del salón principal del castillo que tanto anheló y que, no obstante, sabía lo ocuparía temporalmente, aunque se negaba a aceptarlo.

Fueron años de luchas, de buscar la gloria y la aceptación del pueblo bueno y sabio. En sus mejores épocas fue considerado un general que sabía mover masas, que llenaba plazas y sitiaba ciudades. No había razón para regatearle las innumerables batallas que ganó para la causa que persiguió incansablemente para sí mismo y para sus huestes.

Con los brazos aún en lo alto siguió agitando la cabeza de un lado a otro con movimientos pausados pero incesantes para apreciar una vez más la beldad de esos muros, de los cuadros con imágenes de pasajes históricos que los adornaban y de la elegancia de los candelabros que colgaban de los techos abovedados. Por un instante recobró la lucides para darse cuenta de que su ocaso estaba por llegar.

Entre las penumbras de ese gran paraninfo apenas iluminado por la incipiente luz del sol que a punto de ocultarse aún penetraba por los enormes ventanales, el hombre volvió a su estado natural de desequilibrio para identificar en los pasillos a aquellos fantasmas de sus predecesores que siempre lo persiguieron, a quienes siempre consideró sus acérrimos adversarios y sobre quienes recargó la culpa de sus propios fracasos durante el tiempo que permaneció en el poder.

En retrospectiva, gesticuló como si alcanzara a darse cuenta de que su vida siempre estuvo envuelta en la ambición, la traición, la culpa y la naturaleza humana de pasar por encima de los demás sin recato alguno para lograr sus más bajos propósitos.

En sus breves momentos de lucidez, se daba cuenta que abandonó a aquellos que depositaron en él su confianza para gobernarles. Dejo a su suerte a la plebe, que, ante la falta de un verdadero liderazgo fue sometida por epidemias, delincuentes y corrupción.

Ese hombre apenas visible -antes grande, glorioso-, alcanzó a gritar al viento donde nadie lo escuchaba: “La patria, hoy se derrumba ensangrentada”.

Y es verdad. Pobre patria, apenas se conoce a sí misma. Ya no puede llamarse nuestra madre, sino nuestra tumba. “Que tus oídos no desprecien el sonido de mis palabras porque será lo más triste que han oído”.

¡Quien iba a pensar que el pueblo tenía tanta sangre, de norte a sur, de este a oeste soplaba en viento de la destrucción! Era igual de difícil permanecer ahí que intentar huir, antes de que el pueblo bueno y sabio asediara el castillo para encender el fuego del hartazgo. Su pueblo, ese que lo alabó, ¡ahora era su propio enemigo!

Años atrás el hombre fue seducido por las palabras de las brujas fatídicas que le profetizaron que él sería el próximo gobernante de su pueblo, pero su linaje ya no. Hoy el cadáver del tirano estaba en riesgo de ser colgado del balcón de su querido palacio para arrancar de la multitud el grito ensordecedor de miles d almas que lo aborrecían. Estaba por perder su corona para siempre.

Ese pensamiento era incluso más doloroso que cuando perdió a su amada esposa, una mujer intensa, también ambiciosa, que fue quien lo convenció de arrebatar el trono, aunque después fue consumida por la culpa y la locura.

¡Por supuesto! La ambición y la traición son temas comunes en la literatura y el teatro, y son temas centrales en muchas obras, incluyendo Macbeth de William Shakespeare.

La ambición se define como el deseo intenso de lograr algo, ya sea riqueza, poder, estatus o éxito. En la literatura, la ambición a menudo se presenta como un rasgo peligroso y destructivo. En Macbeth, la ambición es la fuerza impulsora detrás de la traición y el asesinato.

Macbeth es un personaje que se obsesiona con la idea de convertirse en rey de Escocia, y está dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr su objetivo. Cuando las brujas profetizan que él será rey, Macbeth se convence de que está destinado a gobernar, y su ambición lo lleva a cometer el asesinato del rey Duncan.

Sin duda la historia nos obliga a entender nuestro presente. ¡Es increíble cuan vigente es Macbeth, una tragedia cuyo cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia!