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Las mayores reformas en la actual legislatura caminan poco y mal. Ninguno de los cambios constitucionales ha salido todavía.

NÚMERO CERO

Las reformas constitucionales de la 4T y los organismos autónomos son hasta ahora un sonido desarticulado cada vez más desagradable a los oídos del presidente López Obrador. Su empantanamiento en el Congreso genera molestia y alboroto en el Ejecutivo, cuyas respuestas lo muestran visiblemente enojado con la discrepancia y los críticos de sus iniciativas. La apariencia de grandes cambios en las cosas derivan en pequeños escándalos sobre nombramientos erráticos y la descalificación a quienes difieren de sus planes, desde organismos civiles hasta la débil oposición en el Legislativo. A pesar de la Presidencia fuerte y la mayoría de Morena, hay mucho ruido, pocas nueces y muchos irritados.
Las mayores reformas en la actual legislatura caminan poco y mal. Ninguno de los cambios constitucionales ha salido todavía, e incluso la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos está suspendida por la Corte ante dos recursos de inconstitucionalidad de una minoría en el Senado. ¿Falta capacidad negociadora o el viejo problema del sectarismo de izquierda? El bloqueo legislativo puede generar polarización, que impide la acción de los gobiernos cuando debería producir alianzas para pactar rupturas en países con instituciones corruptas e inoperantes.
En noviembre pasado, Morena no consiguió las dos terceras partes para aprobar la eliminación del fuero, a la vez que la reforma para la Guardia Nacional se pospuso para abrir audiencias en el Senado frente al rechazo de organizaciones de derechos humanos internacionales y locales. Ya en el actual periodo, la oposición en la Cámara de Diputados se articula como “bloque” para detener la iniciativa de revocación de mandato, la Reforma Educativa y la ampliación del catálogo de delitos graves con prisión oficiosa.
La polarización en el Congreso puede llevar a Morena a tratar de sacar sin concesiones las reformas prioritarias del Ejecutivo en seguridad y justicia, principalmente la Guardia Nacional en el Senado y la prisión oficiosa sin cambios al artículo 16 del Código Penal, que promoverá en bloque la oposición como ya antes hizo con la Reforma Educativa. La presión del Ejecutivo cierra el margen de negociación a Morena en las reformas constitucionales, aunque su mayoría necesitaría que el frente opositor se fracture para darle el puñado de votos que le hacen falta en el Congreso. La oposición se agrupa para mantener la cohesión interna de la fuerza centrífuga del gobierno y su mayoría legislativa, porque algunos –como el PRI– se juegan su sobrevivencia como partido.
La baja productividad del Congreso afecta la imagen de eficacia de Morena, pero, sobre todo, los retrasos “preocupan” al gobierno por su urgencia de resultados ante situaciones acuciantes como la violencia en la calle o la espiral de delitos. El retraso en la Guardia Nacional ya ha hecho estallar a López Obrador contra los críticos en las audiencias en el Senado, con respuestas de descalificación que se replican con los traspiés en las designaciones en instituciones autónomas o ataques a sus responsables, como Guillermo García Alcocer, de la Comisión Reguladora de Energía, por sus cuestionamientos a la CFE o al perfil de los relevos.
A la falta de eficacia de su mayoría en el Congreso se suman los reveses a su gabinete por irregularidades expuestas por la transparencia y el conocimiento de decisiones injustificables, como nombramientos en Conacyt. Las repercusiones públicas proyectan sombras sobre la capacidad y el profesionalismo de su equipo, que prometió sería evaluado al cumplirse tres meses. El Presidente parece molesto porque no logra quitarse de ruidos de las propias filas de su equipo, que incluso parecen no informarlo adecuadamente.
La realidad ocultada por años como herencia envenenada se le vino encima al nuevo gobierno, que a su vez azuza los problemas para avanzar en una transformación desbocada. Pero a casi por cumplirse tres meses de la administración, aumentan las dudas sobre las capacidades en su equipo para lidiar con un cambio que, si se precipita, puede resultar más gravoso que la realidad que pretende cambiar.